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Letras Hispánicas

  • Alumnos que han realizado movilidad: 

    Aquino Alvarado Gabriela
    Castillo Pulido Cristina Elizabeth
    Ramírez Baltazar Hugo Iván
    Ruvalcaba Ordóñez Marcos Hiram
    Sedano Sevilla Didiana María
    Solorio Lara José de Jesús
    González de la Lima Fanny Guadalupe
    Aquino Alvarado Gabriela
    Garcia Tejada Martha Elena
    Navarro Romero Javiera Victoria
    Gómez Zamora Ana Karen
    Navarro Romero Javiera Victoria
    Delgadillo Aceves Alejandra Elena
    Ochoa Galindo Jairo
    Paz Zaizar Ulises
    Vargas Álvarez Claudia Elizabeth
    Paredes Barajas Juan Ramón
     

    Experiencias de alumnos que han realizado movilidad: 

    Experiencia de movilidad
    En el siguiente escrito procedo a narrar mis anécdotas con referencia a los hospedajes. Antes de partir rumbo a Santiago de Compostela, investigué algunos pisos en las páginas que la Universidad de Santiago de Compostela (USC) nos proporcionó, también colgué mi anuncio en el tablero electrónico de la página de la universidad, y como es bien sabido, tuve que esperar algunos días para que mis correos fueran respondidos y se me proporcionara la información sobre las habitaciones disponibles; puesto que el llegar a Santiago sin un lugar en el cuál hospedarme me resultaba un poco complicado, motivo por el que decidí hacer la búsqueda antes de mi partida; continuando con lo anterior, después de revisar los posibles hospedajes me decidí por aquel que no estaba tan lejos de mi facultad, además de que según los datos proporcionados,  contaba con calefacción y los electrodomésticos necesarios, también estaba ubicado en una zona clave para tomar autobuses urbanos. Antes de marchar tuve la oportunidad de hablar con la encargada de piso, ella es una chica originaria de Tajikistán, me explicó que tenía dos hijos pero no interferían con las personas que se hospedaban en la casa, además de que debía hacer el depósito del primer mes de rente y el mes de fianza, y así lo hice.
                Una vez llegada la fecha de mi partida, realicé el viaje que culminaría en aquel piso de la zona norte de Santiago, justo en frente de la facultad de filología. Al tocar el timbre una chica desconocida para mí, me abrió la puerta y me avisó que la encargada había ido a recoger a sus hijos. Mientras esperaba sentada en el sillón, tuve el tiempo suficiente para hablar con la chica que me había abierto la puerta y con su amiga que más tarde salió de su habitación, así es, ambas se hospedaban en ese piso y provenían de Polonia, entre la plática me di cuenta que ellas no compartían la habitación, es decir, la casa sólo contaba con tres recámaras, una ocupada por la encargada y sus hijos, y las otras dos por las chicas de Polonia, por lo que había una pregunta que rondaba en mi cabeza, ¿dónde dormiría yo?. Después de algunos percances como éste, me di cuenta que me habían timado, yo tenía que dormir en la sala hasta finales del mes, tendría que dormir ahí 10 días, cuando yo había pagado por una habitación, además la señora era musulmana y tenía costumbres raras, por otra parte no permitía que nos bañáramos diario y si queríamos lavar la ropa tenía que ser después de las 10 de la noche que salía más barato, nos mintió con la calefacción, pues sólo había en la sala, las paredes de las habitaciones estaban llenas de moho, sus hijos eran un niño de cuatro años y una pequeña de siete años; eso no fue todo, a los dos días llegó una chica de Italia con la que tenía que compartir “mi” sofá. Ni la chica de Italia ni yo estuvimos dispuestas a permanecer más tiempo en aquella situación, la señora nos había mentido, lo bueno es que no habíamos firmado contrato, por lo que salimos de allí aquel domingo por la tarde, sin importarnos que la lluvia nos mojara.
    Aquella noche y la siguiente nos hospedamos en un hostal de la zona vieja de Santiago, muy cerca de la Plaza de Galicia, aquella noche fue la primera que pude disfrutar de un buen descanso desde mi llegada. Al día siguiente me dispuse a buscar hospedaje, paseando por las calles me encontré en una iglesia y entré en ella, me encontré a un sacerdote y estuvimos hablando, me recomendó una residencia sólo de mujeres en la que podía quedarme, puesto que era complicado buscar un piso en febrero. Seguí su recomendación y así llegué a un CET del Opus Dei.
                En esa residencia, por así llamarlo, me encontraba muy bien, yo colaboraba con las tareas de la casa y sólo pagaba un poco del hospedaje, además de que disponía de los alimentos, limpieza de la habitación y lavado de ropa; sin embargo nada es perfecto, y al ser una residencia católica debía participar en las actividades que consistían en asistir a misa como mínimo los domingos,  ir a las meditaciones impartidas por un sacerdote los jueves, participar en un círculo de formación los martes, además de acudir a las romerías que se organizaban; pero por otra parte se contaba con un horario estricto, a las siete de la mañana las puertas se abrían, a las ocho desayuno, a las trece horas era la comida, a las veinte horas era la cena, las puestas se cerraban a las veintidós y media, y los fines de semana a las veintitrés y media. Motivo por el cual no podía salir mucho de fiesta, al menos que permaneciera toda la noche de fiesta, cabe decir que algunas veces lo hice, por lo tanto decidí que para el segundo semestre me iría al piso de una de las chicas que conocí ahí.
                La vida en el miso es lo mejor, no tienen control de horario, puedes hacer fiestas e invitar a tus amigos, se puede salir de noche, además de que no tienes que preocuparte por llegar a tiempo para comer, sabes que cuando llegues prepararás lo que te apetezca y ya no comerás papas todos los día. Pero no por ello me arrepiento de las situaciones en las que anteriormente estuve, me sirvieron para aprender y no cometer el mismo error, además de que experimente lo que era hospedarse en diferentes situaciones.

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